miércoles, 9 de abril de 2014

Desde La Cumbrecita a Villa Alpina: breve crónica

Hacía ya tiempo que había conocido de la existencia de un sendero que permite llegar a través de las montañas hasta Villa Alpina, partiendo desde La Cumbrecita (siendo éstas dos maravillosas localidades del valle de Calamuchita). El problema que se me presentaba es que casi no tenía información sobre el camino, mas que lo (escasamente) visible en Google Maps y alguna que otra reseña que pude encontrar en la web de personas que han realizado la misma travesía.
Hasta donde sabía, el camino no era absolutamente claro en toda su extensión y requería hacer algunos tramos a campo traviesa. Tampoco tenía demasiada información sobre cuestiones topográficas ni si había que atravesar en algún momento propiedad privada (algo bastante común ultimamente dada la lamentable práctica de vender terrenos que muchas veces incluyen montañas o ríos, algo descabellado desde mi punto de vista).


Fue así que, munido con mapas que imprimí (algunos de Google, otro que conseguí en la web detallando las curvas de nivel presentes en el terreno) como única guía, me decidí a realizar el trayecto una muy calurosa mañana de enero.
Consignaré aquí algunos de los detalles de lo que fue esa experiencia increíble, esperando que puedan ser de ayuda para otros que como yo, estén dispuestos a realizar esta travesía. Incluyo la mayor cantidad de fotos posibles a los fines de orientar mejor.


El camino comienza hacia la mano izquierda (o sea mirando al sur) justo antes de llegar a La Cumbrecita, donde la ruta de asfalto desciende abruptamente en una especie de caracol que termina en la entrada al pueblo. Lo primero que se puede divisar es el Cerro Cristal, el cual hay que cruzar para comenzar el camino propiamente dicho, además de que una vez cruzado, nos permite usarlo como referencia del lugar hacia donde deberemos volver.
Una vez cruzado el Cerro hay un descenso muy empinado, además que se comienza a sentir la soledad propia del lugar, y se puede ser plenamente consciente de la separación que se produce al abandonar cualquier rastro de presencia humana y adentrarse en una naturaleza casi casi virgen (el camino es muy poco usado, salvo por baqueanos y lugareños).



A partir de ahí continúo hacia el sur, en todo este tiempo veo un bosque artificial a mi izquierda el cual me acompaña durante un largo rato. La precarísima senda (casi una huella de animales) cruza varios arroyos y pequeños hilos de agua que bajan del cordón montañoso ubicado al oeste.
La altura a la que me encuentro es realmente agobiante y se puede ver gran parte del valle desde aquí. La vista del horizonte sobrecoge, en tanto es realmente apreciable la curvatura terrestre y la sensación de "bóveda" producida por un cielo de un azul subyugante.
La hora del mediodía se hace presente y el calor me obliga a refrescarme en uno de los tantos arroyos que encuentro en mi camino. El único sonido que se puede apreciar es el del agua que corre y el zumbido de millones de insectos.





Después del baño casi obligado y en la absoluta soledad de la montaña, continúo mi camino subiendo y bajando entre las moles de piedra que se abren paso a través de los pastizales, un paisaje muy típico de las sierras de Córdoba.
Todo aquí rezuma VIDA, en un sentimiento absoluto de libertad y felicidad por entregarme al verde, a los aromas vírgenes de la naturaleza, al agua clara y el cielo azul.
En lo alto de una loma puedo divisar un ganso que se ve bastante nervioso y bate las alas mientras produce su sonido tan característico. Hay aves por todos lados, las garzas vuelan casi rasante con su color blanco cortando el aire y un poco más arriba diviso un águila parada sobre una piedra, sin ningún reparo en exhibir orgullosa su autoridad sobre estos remotos parajes.
Es aquí donde se concentra todo el propósito de esta travesía: borrar cualquier rastro de falsa consciencia humana, entregarme al mundo y simplemente ESTAR.
En esta parte la senda se borra absolutamente y sigo prácticamente por instinto caminando hacia donde me imagino que se encuentra ubicada Villa Alpina. A esta altura calculo haber caminado ya unos 4km aproximadamente y el sol se pone cada vez más riguroso con cualquier forma de vida que se anime a salir a la intemperie en esta hora. La falta de árboles es un problema ya que no existe sombra alguna por aquí.





Luego me toca una abrupta bajada de una montaña, que me resulta mucho más dificultosa de lo que pensaba ya que debo abrirme paso entre MUCHISIMAS zarzamoras, planta que posee un tallo espinoso y que se esparce a ras del suelo, mezclandose entre si. ¿El resultado? Las piernas me quedan absolutamente doloridas y rasguñadas.
A pesar de todo esto, veo con no poca alegría que alcancé un poco más de la mitad del camino, cuando me encuentro con el Arroyo La Puente, el curso de agua más caudaloso que se puede encontrar en este trayecto. No hay puente ni nada que se le parezca, asi que no queda otra que mojarse para poder cruzarlo.



Después de haber cruzado el arroyo comienza el último tramo del camino (de aquí hasta Va. Alpina faltan aproximadamente unos 3km). No obstante este último tramo me resulta el más difícil, debido al cansancio y al calor. Es imposible describir, o al menor intentar explicar, la abrumadora sensación de soledad y aislamiento que se produce luego de caminar por horas en completo silencio, enfrentado sólo al calor y a las dificultades propias del terreno. Hay en esto, sin embargo, una entrega completa y una libertad imposible de igualar con cualquier otra experiencia.
La montaña es tan enriquecedora como impiadosa con sus visitantes. El calor y el extremo cansancio me introducen en una paranoia nunca antes sentida (¿cuándo voy a llegar? ¿y si no puedo salir de la montaña?).
Aún así decido continuar esperando a cada curva del camino encontrarme con algún vestigio de civilización que me indique que estoy por llegar.








Después de un largo rato, llego a una tranquera. Del otro lado, una planicie verde como nunca vi antes, desciende suavemente. A la derecha, imponente, el macizo montañoso (llamado "La Horqueta" por la gente del lugar) que da comienzo a la subida que se utiliza para llegar al Cerro Champaquí. Entre medio de un bosque de pinos veo algunas casas y me doy cuenta que por fin llegué.

Atravieso la planicie con cuidado, ya que está llena de ganado vacuno desperdigado por aquí y allá. Hay muchas vacas con terneros y es sabido que pueden llegar a ser agresivas cuando están con crías... alguna que otra muestra un comportamiento poco amigable que me lo confirma.



Buscando un lugar donde pueda descansar un buen rato antes de comenzar el regreso, mi mala suerte se hace presente al intentar atravesar una zona barrosa, y mi pierna se hunde casi completamente en barro podrido. Me cuesta salir, pero lo logro. Ahora estoy sucio y con un olor bastante desagradable.
Decido buscar un lugar alto lejos de los animales y me quedo en una zona de pinos adonde pueda cambiarme (¡por suerte tenía otro pantalón en la mochila!). Allí me despojo de la mochila y de una buena parte de mi ropa, el calor a esta altura no se aguanta así que me quedo bajo un pino aprovechando la sombra y la frescura que me brinda. Antes de volver tomo bastante agua y como un sandwich y unas naranjas que venía guardando para este momento.





Una vez recompuesto, emprendo el regreso alrededor de las 16 hs. La primera parte es coser y cantar, y puedo hacerla en un tiempo relativamente corto. Ahora debo atravesar el Arroyo La Puente en el sentido opuesto y me quedo un rato ahi mismo refrescándome y recargando agua.
Luego de un buen trecho el calor nuevamente vuelve a jugarme en contra, me doy cuenta que he errado el camino original y que no encuentro ningún punto de referencia para volver. Con las piernas destrozadas por el cansancio y los calambres, la sensación de que voy a quedarme ahí para siempre retorna con más fuerza que nunca. Decido simplemente entregarme y seguir confiando en mis piernas y en mi sentido de la orientación, que al menos hasta ahora nunca me falló.




Después de padecer un buen rato por el cansancio descubro con felicidad que la ruta que venía siguiendo (casi a ciegas) es la correcta y el Cerro Cristal aparece en el horizonte no muy lejos de mi posición, indicándome que estoy cerca ya de La Cumbrecita.
Antes de volver a cruzar el Cerro y encontrarme con la civilización nuevamente decido hacer un alto en un arroyo, y aprovechando que todavía no es la hora en que debo tomar el colectivo de regreso a casa, me quedo un buen rato bañándome y descansando mis pies, que a esa altura estaban totalmente hinchados y magullados.

Esta experiencia (que duró casi 6 horas a través de 18 km) me enfrentó a mis propias limitaciones y miedos, pero todo ello con el único fin de desligarme aunque sea por un rato de la falsa seguridad de nuestra vida cotidiana, del ego y todos los vicios de la existencia. No creo haberme convertido en otra persona por esto, sí creo haber incorporado (o tal vez recuperado) un conocimento esencial y primitivo que me permite ser un mejor ser humano.

Estoy esperando el momento correcto para volver a hacer este camino...

jueves, 12 de septiembre de 2013

La Cumbrecita, parte I: Montañas sagradas y bosques místicos

He visitado La Cumbrecita y sus alrededores en más de una ocasión, no hay palabras que describan la inconmensurable belleza de sus paisajes naturales: bosques, montañas gigantes, ríos, arroyos, hongos mágicos, aves y flores de todo tipo, ardillas, piedras y todo lo que uno pueda imaginarse. Estas son algunas imágenes de esos viajes increíbles al corazón mismo de la Tierra.

Pero antes, un buen tema para musicalizar el viaje:






 






 









miércoles, 13 de febrero de 2013

Capilla de Buffo, Unquillo - Misticismo y devoción en un mausoleo dedicado al amor

Ingreso a la capilla

Inauguro el blog con imágenes de un lugar poco conocido en Córdoba y que visitamos el día 12/02/2013. Se trata de la Capilla de Buffo, construida por Don Guido Buffo, un científico, educador, filósofo y escritor italiano llegado a la Argentina en 1910, y cuya historia está signada por el amor y la tragedia.
La capilla fue construida por Buffo en honor a su esposa e hija, fallecidas a causa de la tuberculosis, pero el lugar (no solo la capilla sino la casa y la torre comprendidas dentro del predio hoy convertido en museo) no solo es un testimonio póstumo de amor y devoción, sino que también es un libro abierto que revela la pasión de Buffo por el conocimiento, las artes y la naturaleza.
Para completar la información cito textual del sitio web del museo:

"Temple pensado y erigido para cumplir los deseos de una niña. En honor a ella y a su madre es que Don Guido Buffo dedica los últimos años de su vida en la construcción de la misma.
Allí descansan los tres: madre, padre e hija en lugar de ensueños y en original cripta.
Para muchos estudiosos, la capilla de Villa Leonor o Capilla Buffo es única en su estilo.De acuerdo a una investigación realizada por Gustavo Danielle y Carina Sinder`s, es una síntesis de su autor. Tiene la Universalización de sus estudios, ya sean artísticos, pictóricos, científicos, arquitectónicos, musicales, metafísicos, religiosos, filosóficos y astronómicos.
Su construcción comenzó en 1941. Quedó inconclusa parte de la pintura interior. Buffo se inspiró en la naturaleza para el diseño de la misma. La arquitectura general se basa en los capullos de la flor del cardo santo, y para su acústica, en el sonido que se siente al invertir un caracol marino.
Para llegar a la puerta de ingreso hay que acceder empinados escalones de piedra. En la fachada principal se ubican las notas de la 5ta, sinfonía de Beethoven y la oración de Jesús en el huerto, según la pasión de San Mateo. La puerta de ingreso es de madera y repite la forma ojival de la cúpula.
Al ingresar, un dibujo de nubes simula una alfombra y, a pocos pasos, hay incrustaciones en el piso que representan a los planetas y estrellas en la ubicación que se encontraban la noche del fallecimiento de su hija.
Toda la cúpula está pintada con técnica de Pintura al Fresco, en una increíble interpretación de la muerte, sus hijas y el paraíso."


Vista exterior de los lucernarios
Campanario (sin campana)
La espectacular decoración de la capilla y sus alrededores, más la devoción puesta en cada detalle revelan el corazón de un humanista entregado a la exploración del mundo en todas sus facetas y a la divulgación del conocimiento. Incluso más allá de esto, no es muy difícil distinguir un simbolismo abrumador cargado de esoterismo: además de mausoleo, la capilla es claramente un templo dedicado a lo femenino (todas las pinturas de seres humanos están representadas por mujeres, incluidas la esposa e hija de Guido Buffo), amén de mostrar un ansia por cruzar los límites entre ciencia - arte - espiritualidad a través del ejercicio
intelectual y de la contemplación reflexiva/meditativa de la Naturaleza.





Campanario

 
Dentro de la capilla además están instalados 3 Péndulos de Foucault que fueron utilizados por Buffo para sus investigaciones de los movimientos telúricos (aunque yo soy escéptico con respecto a que ese fuera su ÚNICO fin, ya he mencionado las características esotéricas que adquiere la decoración y el trazado del lugar), mientras que la forma en que está construida la ha dotado de una acústica muy particular donde uno al ubicarse al centro exacto de la capilla (donde está el péndulo principal) puede percibir los sonidos como si lo estuvieran rodeando sin poder distinguir claramente de donde provienen.


Escalinatas al campanario

Vista de la zona circundante desde el campanario


La capilla se encuentra en medio de la Reserva Los Quebrachitos, en un entorno natural maravilloso, con un arroyo que pasa exactamente frente a la casa y con abundante vegetación de la zona.
Leyenda conmemorativa
Es un paseo absolutamente recomendable, el lugar emana una paz y una espiritualidad subyugantes, es increíble ponerse a pensar en el trabajo tan lleno de amor y entrega que realizó Don Guido en un ambiente que permite dejarse llevar por la mente y el alma.
El museo está abierto en los siguientes horarios:
Miércoles, Jueves y Viernes: 13 a 18 hs
Sabados, Domingos y Feriados: 10 a 14 y 15 a 18 hs

Para llegar lo mejor es hacerlo en auto, sino en colectivo a través de las empresas Sarmiento e InterCórdoba que realizan el tramo Córdoba - Unquillo. De ahí se puede abordar el colectivo urbano para hacer el trayecto hasta Los Quebrachitos (distante a 7km del centro de Unquillo), cuya última parada queda a unas cuantas cuadras del museo, por lo que hay que caminar. La otra opción es tomar un taxi o remise desde el centro.


En un escalón que sube a la torre donde Buffo realizaba sus investigaciones se encuentra esta marca que señala el lugar exacto por donde pasa el meridiano
Vista del arroyo



Dentro de la capilla no se puede tomar fotos, por lo que les dejo algunas tomadas del sitio oficial del museo:
 
Interior de la capilla y Péndulo de Foucault